El dibujo animado americano - Un arte de siglo XX
Un recorrido histórico, artístico e incluso sociológico por el dibujo animado americano, con más de cuatrocientos originales de la colección de Luciano Berriatúa fechados entre 1929 y 2000.
Inédita en su composición y planteamiento, "El dibujo animado americano. Un arte del siglo XX" no sólo es una manifestación plástica "de gran valor artístico", sino también la historia de "una gran parte de la industria del cine" a través de las grandes factorías.
Berriatúa, historiador del cine y coleccionista, se ha referido a las creaciones de todos los grandes estudios, desde Walt Disney hasta Nickelodeon o, lo que es lo mismo, desde el ratón Mickey hasta Bob Esponja si se toman como referencia a los personajes o creaciones que han simbolizado cada uno de esos sellos.
Los dibujos originales son mayoría en este repertorio que es sólo la "punta del iceberg" del magnífico y extenso fondo que atesora Berriatúa y sólo ha prestado, en contadas ocasiones, a museos como exposiciones temporales y con una determinada temática, sin la perspectiva global que ha tomado ahora esta exposición.
Cartas, partituras, revistas, libros ilustrados americanos y españoles, marionetas, carteles, material promocional, felicitaciones navideñas y cuadernos de dibujo engrosan también esta colección.
La exposición se estructura en torno a las creaciones de las grandes factorías como Disney, Hanna-Barbera, MGM, Warner Bross, Columbia, Paramount, Walter Lanz, Universal y Nickelodeon, pero también a las de sellos independientes como Bill Plympton, Ublwerks, Tex Avery, Chuck Jones y Ralph Bakshi.
El orden cronológico es el hilo conductor de un muestrario donde se asoman célebres personajes como Mickey, Bugs Bunny, Blancanieves, Cenicienta, Pepe Pótamo, Magoo, el gallo Claudio el pato Donald, el oso Yogui, la Hormiga Atómica, Moogly, Ted y Tobby, la Sirenita, el Rey León, las Supernenas y Bob Esponja, entre otros.
En todos ellos se aprecia el trazo, características y evolución según la mano que los dibujó en cada época, por regla general artistas anónimos cuya identidad no trascendió, no se equiparó ni a la fama del personaje, de la factoría ni al nombre del productor, más allá de una fugaz revelación en los créditos.
El erotismo también asoma en algunas creaciones como bailarinas, alguna de ellas inspiradas en mitos de carne y hueso como la actriz Kim Basinger, a través de sugerentes rasgos físicos acentuados en curvas y labios inverosímiles, aunque determinadas poses más propias del cabaret o colindantes al lenocinio están fechadas hace más tiempo, en los años cuarenta del pasado siglo XX.
El dibujo como arma de combate, agitación y propaganda también subyace a través de pequeñas piezas expuestas como la partitura "Der Fuehrer's Face" (El rostro del Führer) que, con letra y música de Oliver Wallace, representa una diatriba de la casa Disney contra Hitler al tiempo que un alegato contra el fascismo.
La exposición arranca en 1929 porque, según Berriatúa, es un año que marca con la llegada del sonido la gran transformación del cine, también el animado con la hegemonía a partir de entonces de Walt Disney hasta su muerte, acaecida en 1966 y que recuerdan las portadas, también expuestas, de revistas como la francesa Paris Match y la española Fotogramas.
En todo este recorrido histórico queda patente la evolución, transformación según los casos, del dibujo animado al compás del avance tecnológico como han sido la llegada del sonido, de la fotocopia y el ordenador, tres fases cruciales cuya evidencia se puede apreciar a lo largo de la exposición, recomendada para niños y mayores.